Una tarde de mayo
la tormenta campeaba
como dueña y señora
de todo
lo creado:
Poderoso, el cielo rugía,
furioso, el viento golpeaba,
iracundo, el granizo rompía
el árbol, el nido
y el sembrado.
La naturaleza callaba,
mientras la tormenta exhibía
su fortaleza, su grandeza
y su virtuosismo
afinado.
De pronto irrumpe tu enfado:
Tu voz poderosa e hiriente,
tu furia golpeando en el pecho
tu furia golpeando en el pecho
y tus lágrimas ahogando
tu paisaje y tu calma.
Comprendí que, en ti está
la grandeza de la tormenta
unida a la sencillez sufrida
de la naturaleza:
El rugido del cielo
y el árbol partido.
La furia del viento
y el nido destrozado.
El granizo iracundo
y la cosecha perdida.
Cielo y tierra unidos
en cuerpo y alma.
Mente y corazón batallando
en busca del equilibrio entre:
la desconfianza y la fé,
la prisa y la paciencia,
la fortaleza y el miedo,
el orgullo y la humildad
el temblor y el temple.
Comprendí que, en ti está:
la tormenta y la calma,
uniendo y bendiciendo
lo humano y lo divino,
porque en ti, pequeño hombre,
habita la grandeza
y la sencillez de Dios.
(El miércoles, 7 de junio, salgo de viaje.
A partir del lunes, 12 de junio, estaré con vosotros.)
A partir del lunes, 12 de junio, estaré con vosotros.)
Imagen de Google.
Madrid 30- mayo-2017
M.Jesús Muñoz